Inspirada en las luchas ideológicas y los conflictos armados de nuestro tiempo, La luna se ha puesto recrea el tenso ambiente de un pueblo recién invadido. En una época imprecisa, un pueblo sin localización concreta y un ejército anónimo protagonizan una guerra que bien pudiera ser cualquiera. Es el drama de unos vencedores que se saben vencidos, que pueden matar pero no imponerse, que se abruman frente a la enconada hostilidad, la fingida sumisión, la solapada resistencia y, por último, la violencia liberadora de un pueblo que se considera independiente. La luna siempre vuelve a salir para los pueblos que resisten, nos dice el autor, mediante una escritura épica que se vuelve contundente en su propia sencillez.
Un formidable alegato contra la guerra.
«La guerra es traición y odio, y torpezas de generales ineptos, tortura y muerte, y náuseas, y cansancio, y que cuando todo ha pasado, lo único que queda son nuevos desalientos y nuevos odios»,
Steinbeck.
Considerado, junto con Willliam Saroyan, como el más importante de los representates de la llamada Escuela del Pacífico, coincide sin embrargo con los miembros de la Escuela de Chicago (Dreiser, Dos Passos, Hemingway...) en el componente social de su novelística, pero se distingue de ellos por el profundo recelo que muestra hacia el «sueño americano».
Se dio a conocer al gran público con La taza de oro (1929) y Tortilla Flat (1935), a las que siguiento El poni rojo (1936), De ratones y hombres (1937), su primer gran éxito, y Las uvas de la ira (1939), por la que obtuvo el Pulitzer y llevada la cine por John Ford. Durante la Segunda Guerra Mundial fue corresponsal del New York Herald Tribune, y producto de este trabajo nos legó el impresionante libro Hubo una vez una guerra (1958). No podemos olvidar inmortales como La luna se ha puesto (1942), La perla (1947) y Al este del Edén (1952), llevada al cine por Elia Kazan.
Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros fue publicada póstumamente, en 1977.
En 1962 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura.