Escrito en 1941, Henry Miller nos describe en El coloso de Marusi su viaje a la isla de Corfú; para ver a su amigo Lawrence Durrell; a medio camino, como toda su literatura, entre la autobiografía y el surrealismo, las imágenes oníricas y el más crudo realismo, este libro narra su vivencia del año que pasará en Grecia y las islas del Egeo, de las amistades que hará y de la revelación de su propia vida.
Bellísima y extraordinaria obra de viajes, es un descubrimiento interior y exterior, un reto para la civilización agónica de Occidente y un canto, al mejor estilo whitmaniano, a la dignidad de la tierra, a la ascensión espiritual y a la excepcional amistad de hombre como Durrell, Seferis o el incomparable Katsimbalis. Estamos, sin duda, ante un libro extraordinario, ante literatura con mayúsculas.
Henry Miller es uno de los autores que, quizá sin proponérselo, más ha hecho por el triunfo de la libertad de expresión en la literatura y por la distinción entre los juicios morales y los juicios estéticos. Tras su paso por el City College de Nueva York y después de aceptar los empleos más diversos, en 1930 se estableció en París, donde se dedicó de lleno a la creación literaria y llevó una vida independiente y anticonvencional que lo convirtió en el ejemplo más conocido de bohemia moderna y en un modelo para la beat generation (Burroughs, Kerouac, Ginsberg...) y para autores como Bukowski o Norman Mailer.
Entre su obra narrativa, donde confluyen los elementos autobiográficos, la especulación filosófica, la ternura y la obscenidad, destacan Trópico de Cáncer (1934), Trópico de Capricornio (1939), la trilogía formada por Sexus (1949), Plexus (1953) y Nexus (1960), y, entre otras, Primavera negra, Big Sur y las naranjas de El Bosco, El coloso de Marusi, Días tranquilos en Clichy y Nueva York. Ida y vuelta. Sumo interés tiene también el extenso espistolario que mantuvo con su buen amigo Lawrence Durrell, editado por Ian S. MacNiven.