Bajo el impacto de la noticia del fallecimiento de Constance Tu, el escritor Aubrey Blanford desarrolla una elegante evocación de personajes y anécdotas en un doble plano, el de la memoria y el de la recreación literaria, por lo que el relato de lo que sucedió realmente se superpone a la leyenda y los rumores para crear una cierta ambigüedad respecto a la veracidad del mismo. En las recreaciones literarias intervienen muchos factores del narrador (la simpatía o antipatía hacia los personajes, el grado de conocimiento que tuvo de lo sucedido, etc.), lo cual da como resultado también una perfecta caracterización de Blanford.
Para el lector del Quinteto de Aviñón, Livia o enterrado en vida supone el reencuentro con aquellos personajes de los que se quedó con ganas de saber más. Y, para los que no lo son, es un introducción a este mundo lúcido y cargado de sugerencias, exquisitamente sensual, irónico e implacable.
Se dio a conocer como poeta y novelista en la década de los treinta y obtuvo el primer gran éxito de crítica con El libro negro, escrito en París en 1938. Sin embargo, es El cuarteto de Alejandría, la impresionante tetralogía compuesta por Justine (1957), Balthazar (1958), Mountolive (1958) y Clea (1960), la obra que lo convierte en un clásico de nuestro tiempo –debido en buena medida a su exploración de las posibilidades del lenguaje narrativo– y que provocó entusiastas comparaciones del autor con Proust y Faulkner.
El laberinto oscuro (1958), Tunc (1968), o Nunquam (1970) son otros buenos ejemplos de su talento. Con Monsieur o El Príncipe de las Tinieblas (1974) inició un quinteto o, en sus palabras, un quincunce (que completa con Livia, Constance, Sebastián y Quinx) que llevó un paso adelante sus investigaciones narrativas y asentó su obra de madurez. Es autor también de poesía: Poemas completos, 1931-1974 (1980) y de varias obras a medio camino entre el ensayo y el libro de viajes.