Ivanhoe narra la enconada lucha de un hombre para restablecer su buen nombre y de paso el de la corona. La acción transcurre en una época convulsa, en tiempos de cruzadas, de encarnizadas luchas entre dos pueblos antaño hermanados, el sajón y el normando, mientras el príncipe Juan sin Tierra planea coronarse rey aprovechando que Ricardo Corazón de León se halla luchando en Jerusalén.
Ricardo necesitará la ayuda de un caballero valeroso y ducho en el campo de batalla, y ése será Wilfred de Ivanhoe. Desheredado por su padre, desposeído de sus tierras y deshonrado, Ivanhoe tendrá ocasión de reparar las muchas injusticias de las que ha sido víctima. Pero, para ello, deberá luchar a muerte en combate singular, escalar los muros de un castillo, caer herido, ser apresado y liberado por el vil Robin Hood..., y todo ello además de lidiar con dos mujeres que se disputan su amor: la judía Rebeca de York y la aristócrata lady Rowena.
Todo un clásico de la literatura que ahora se ofrece con las fantásticas ilustraciones de Jordi Vila.
Walter Scott (Edimburgo, 1771 - Abottsford, 1832) fue una de las principales figuras del movimiento romántico en Gran Bretaña. Licenciado en Derecho, como su padre, que fue abogado, ya en la infancia se sintió fascinado por las leyendas y los episodios históricos, preferentemente medievales, de su tierra natal escocesa. Sus primeros pasos en la literatura los dio como traductor al inglés obras de obras como Lenore, de Gottfried A. Bürger, o Götz de Berlichingen, de Goethe. Su nombre llegó al gran público entre 1802 y 1803, gracias a la recopilación de baladas Trovas de la frontera escocesa, y posteriormente con una serie de largos poemas narrativos entre los que destacan El canto del último trovador y La dama del lago.
De 1814 data su primera novela, Waverley, publicada anónimamente, al igual que la mayoría de su producción, dados los cargos públicos que ostentaba (sheriff de Selkirk desde 1799 y secretario de los tribunales de justicia de Edimburgo desde 1806) y la dudosa reputación del género. Aun así, sus novelas marcaron los cánones de la narrativa histórica tal como ésta iba a desarrollarse bien entrado el siglo XX. Destacan algunas como El anticuario, Rob Roy, El pirata, Quentin Durward o El talismán, aunque sin duda la más conocida es Ivanhoe (1820), donde, con un argumento lleno de aventuras, desarrolla las contradicciones entre los sajones y los normandos.
No se reveló la autoría de todas estas obras, ya ampliamente difundidas con éxito por toda Europa, 1826, año por otro lado especialmente doloroso para Scott, que sufrió la muerte de su esposa y la quiebra de la editorial Constable, en la que había invertido. Antes, en 1820, había sido nombrado barón de Abbotsford.