A veces la sombra de una novela, o de un puñado de libros, ensombrece la figura de un autor. Éste sería el caso de Aldous Huxley, que desde hace décadas es aquel que escribió Un mundo feliz, pero también Nueva visita a un mundo feliz, El Genio y la Diosa y Las puertas de percepción. No está en discusión la fama que esos títulos merecen, sino la forma en que relegaron otros textos virtuosos. Al menos, en castellano.
Hace apenas unos años que editamos una hermosa compilación de sus ensayos en esta misma colección: Si mi biblioteca ardiera esta noche. Ahora llega el turno de los relatos, un género que permitió a Huxley explotar sus talentos y obsesiones (la educación artística, los viajes, el extrañamiento ante lo cotidiano), sin ingenuidad ni grandilocuencia, con una prosa que pinta una situación y siempre deja latente un misterio, un reto que nos cautiva y retiene y nos convierte en dóciles prisioneros de la ficción.
Seleccionados, traducidos y prologados por Matías Serra Bradford, estos Cuentos selectos son una ventana nueva que revelan pasajes injustamente no visitados de un gran autor de siempre.
Procedente de familia de tradición intelectual, se formó en Eton y Oxford. Después de unas primeras novelas predominantemente satíricas, el éxito y la atención de la crítica más rigurosa llegó con Contrapunto (1928), ambiciosa e inteligente novela que constituye uno de los retratos más agudos y completos del esnobismo intelectual de entreguerras. Su siguiente publicación, Un mundo feliz (1932), es quizá su obra más famosa y sin duda la más inquietante. Pasó un tiempo escribiendo guiones cinematográficos en Hollywood, hasta que volvió a situarse en primera línea con las novelas Muere el cisne depués del verano (1939), El genio y la diosa (1945), El tiempo debe detenerse (1948), Mono y esencia (1949) y La isla (1962); así como los polémicos ensayos Eminencia gris (1941), La filosofía perenne (1946) y Nueva visita a un mundo feliz (1958).