Jean de la Bruyère, merced a esta obra, es considerado el gran moralista de la Francia del siglo XVII. Sus "caracteres" constituyen una divertida galería de retratos caricaturescos, que lindan a veces con la ironía e incluso con la crueldad, pero lo que le da su auténtica dimensión de obra imperecedera son las observaciones de moralista sobre la naturaleza humana, con una visión más bien pesimista.
Por otra parte, la capacidad de síntesis, el ingenio, la agudeza en la observación son sus principales méritos literarios y los que le otorgan un lugar de privilegio entre los clásicos de todos los tiempos. Ramón Andrés, musicólogo, poeta y traductor, ha hecho una expléndida traducción, y sus textos ayudan a situar la obra tanto en su contexto cultural como en el literario.
Humanista y traductor de Teofrasto, fue un gran conocedor de la literatura y el pensamiento de la Francia de su tiempo y uno de sus más grandes moralistas. Su papel en la corte de Luis XIV fue discreto: tras afrontar la difícil tarea de educar al nieto del gran conde Louis, duque de Borbón, logró obtener un sosegado puesto de bibliotecario y secretario. Esta tranquilidad le permitió trazar, con una expresión cuidadísima y elegante, tanto los ocultos perfiles de sus contemporáneos como el retrato mordaz y esmerilado, pero siempre actual, de la condición humana.
(Pamplona, 1955). Traductor de autores como Dylan Thomas y Jean de Sponde. Entre su obra ensayística se cuentan Tiempo y caída. Temas de la poesía barroca (1994) e Historia del suicidio en Occidente (2003). Es autor también del Diccionario de instrumentos musicales. Desde la Antigüedad a J.S. Bach, (2001) y de los libros de poemas La línea de las cosas (1994) y La amplitud del límete (2000).
